Mis recuerdos vuelven cuando los llamo. Los llamo porque algo me motivó a hacerlo, necesito traerlos. Pero si los traigo los veo, y algo empieza a dolerme. Los recuerdos, las imágenes y los sonidos que tengo dentro fueron guardados a mi criterio. Yo los capturé, según mis intereses. Se guardaron ciertas imágenes y otras no. Pero por otro lado, también, bajo la influencia de mis propios intereses e impulsos sólo vuelven a la superficie otras imágenes, que con el tiempo, con el acontecer de otros sucesos, fueron cambiando. De alguna forma o en algunos detalles podría decirse que fueron modificadas inconcientemente, para protegerme de otras cosas. Y así, cambiaron de color, de luz, cambió la resonancia de los diálogos. Todo eso también genera que en cierta medida yo mismo cambie, por más mínimo e imperceptible que sea. También cambia el sentido de por qué guardamos ese fragemento de tiempo. O sea que nuestro archivo de recuerdos sufre leves alteraciones a lo largo del tiempo, se defragmenta y reacomoda, a veces por cuenta propia y otras veces lo hacemos nosotros."....depende de los códigos de transcripción definidos por el creador de esos recuerdos..." (frase de un libro) No percibimos lo invisible, eso que está sólo de manera latente. Y eso es lo que define, muchas veces, nuestra conducta, decisiones y reacciones. Decisiones y reacciones que producen cambios en nuestro entorno, son esos mismos cambios, movimientos y diálogos los que filtramos y guardamos. A veces los sueños mutan en recuerdos, generando cierta deformación en nuestra memoria. Que por cierto, suele ser oscura. Los momentos felices se agrupan, formando un conjunto que empuja con fuerza abriéndose camino entre fragmentos actuales, más reales y racionales.
Patricio Corvalán
